Cuando aún faltaban varias horas para que empezara el concierto, miles de espectadores aguardaban la apertura de las puertas del coliseo del Atlético de Madrid, esperando con ansiedad el comienzo de esa lluvia trufada de melodías tan sencillas como aplastantes liderada por los hermanos Angus y Malcolm Young.
La espera mereció la pena. Con Brian Johnson al micrófono, Cliff Williams extrayendo rugidos de su bajo, Phil Rudd machacando la batería y los Young rasgando sus guitarras hasta decir basta, AC/DC sirvió en bandeja de plata un recital a la altura de las expectativas.
Con exquisita puntualidad inglesa, cuando las agujas del reloj marcaban las diez de la noche, la oscuridad más absoluta inundó el recinto para dar paso a la proyección de una locomotora que marchaba directa al descarrilamiento. Y entonces, como una avalancha metálica, sonaron los acordes de "Rock 'n' Roll Train".
Mientras Johnson invitaba al público a subir al "tren del rock", AC/DC atacaba "Back in Black" para calentar los ánimos de unos espectadores que se habían quedado algo fríos con la intermitente llovizna que, durante toda la noche, cayó sobre el recinto. Entre "Big Jack" y la poderosa "Black Ice", composiciones ambas del nuevo álbum, se coló la intergeneracional "Thunderstruck", que provocó una explosión de júbilo aderezado con las contorsiones que el sesentón Johnson regalaba a la audiencia congregada.
La velada continuó, al ritmo de la blusera "Jack", con un cómico strip-tease de Angus Young que el guitarrista nacido en Glasgow culminó enseñando unos calzoncillos con el emblema de la banda. Para entonces, AC/DC ya había sacado a pasear su repertorio más emblemático, con "Hell's Bells", "Shoot to Thrill" o "You shook me all night long" abocando al éxtasis colectivo.
"War Machine", ilustrada por una proyección en la que un avión dejaba caer un ejército de esculturales mujeres armadas con guitarras eléctricas, enlazó con "TNT", donde la voz gutural de Johnson se fundió con los coros de un público entregado.
Mientras oscuros nubarrones se ciernen sobre la industria musical, la oportunidad de ver sobre el escenario a estos australo-británicos permite comprender por qué no se tendrán que preocupar jamás por la piratería o el 'top manta'.
Y es que, a una trayectoria erigida sobre la autenticidad durante más de 35 años, AC/DC ha sabido unir la entrega más absoluta en sus espectáculos ante el público. Si no, que se lo pregunten a los 55.000 'maníacos' que hoy ocupaban un Calderón a punto de reventar.
Con el concierto enfilando su última recta, el grupo deleitó con himnos del calibre de "Whole Lotta Rosie" -con una grotesca muñeca hinchable sobre el escenario- y, sobre todo, "Let's There Be Rock", en la que Angus Young mostró su virtuosismo con un solo de 7 minutos en el que, incluso, llegó a tocar con una sola mano. Pero antes de despedirse, AC/DC se sacó de la manga ese "Highway to Hell" que, con el propio Angus ataviado con sendos cuernos demoníacos, puso a saltar a todo el estadio, de forma que las gradas de cemento se combaban como si fueran de plástico bajo los saltos frenéticos de los espectadores.
Tras sacudir los cimientos de Madrid, AC/DC pone rumbo al barcelonés estadio Olímpico de Montjuic, donde el domingo está concertada una nueva cita con esta formación surgida de las profundidades infernales. >>